EL PAÍS

“24 de abril; cuando el pueblo se lanzó por la constitución”

Por Roberto Veras

SANTO DOMINGO, RD.-El día de hoy, nuestra redacción tuvo el honor de recibir a José de Carmen Villanueva, quien compartió con nosotros una fotografía que lo retrataba en su juventud, a los 17 años, cuando formaba parte de uno de los comandos constitucionalistas. Su visita no solo trajo consigo un pedazo de historia, sino también una reflexión profunda sobre un momento crucial en la vida de nuestro país: el 24 de abril de 1965.

Aquella noche, el país se encontraba en una vigilia de incertidumbre. En la capital, el pulso de la nación se sentía en cada esquina, donde se discutían los destinos de un pueblo dividido.

Por un lado, los militares golpistas que habían usurpado el poder en 1963; por otro, un grupo de ciudadanos civiles, jóvenes patriotas y oficiales constitucionalistas que clamaban por el retorno a la legalidad, al orden y a la Constitución que había sido mancillada. La tensión era palpable, y el reloj avanzaba sin que se avizorara un acuerdo que pudiera poner fin a la crisis.

Al amanecer del 24 de abril, un líder emergió en medio de la tormenta. José Francisco Peña Gómez, con su elocuencia vibrante y su inquebrantable determinación, convocó al pueblo a levantarse en defensa de la constitucionalidad.

Su mensaje no fue solo una llamada a la acción, sino un grito de dignidad que resonó en los corazones de miles. El miedo se transformó en valentía, y el silencio se convirtió en un clamor colectivo. Las multitudes comenzaron a inundar las calles, ondeando la bandera tricolor con su cruz blanca y el escudo al centro, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y esperanza.

La nación se dividió en dos frentes: aquellos que deseaban perpetuar la usurpación y los que anhelaban el regreso del presidente derrocado, Juan Bosch. El país se encontraba en un punto de inflexión, donde las decisiones de unos pocos determinarían el futuro de muchos.

El primer gran enfrentamiento no tardó en llegar. En el puente Duarte, un emblemático símbolo de conexión, los dos bandos se encontraron y la historia se escribió con sangre. Dominicanos enfrentados no por odio, sino por una profunda disputa sobre el rumbo que debía tomar la nación. El estruendo de las armas ahogó las voces de la razón, y el humo cubrió el cielo, marcando el inicio de una guerra civil.

Sin embargo, lo que comenzó como un conflicto armado también significó el despertar de un pueblo que se negaba a vivir sin democracia. Un pueblo que, a pesar de sus contradicciones, entendió que no se podía seguir tolerando la ilegalidad ni las imposiciones de estructuras militares ajenas. Este momento, cargado de dolor, también fue la génesis de una conciencia cívica que perduraría por generaciones.

Hoy, al recordar el 24 de abril, no solo conmemoramos una fecha en el calendario; revivimos un legado que nos recuerda que la libertad se defiende y que la democracia no es un regalo, sino un bien que se conquista. La Constitución no es solo un documento, es el contrato social que nos define como nación. No debemos olvidar que hubo un tiempo en que, para protegerla, el pueblo tuvo que salir a las calles, a luchar, a soñar con un futuro donde la justicia y la legalidad prevalecieran.

En una época donde a menudo se cuestionan los valores democráticos y se busca silenciar las voces críticas, el eco de aquel 24 de abril nos invita a reflexionar sobre el compromiso que tenemos con nuestra historia y con el futuro que deseamos construir.

Que no se nos olvide que la lucha por nuestros derechos y por la democracia es una tarea constante, que requiere de nuestra participación activa y de nuestra valentía. La historia nos ha enseñado que, cuando se trata de la libertad, el pueblo siempre debe estar dispuesto a levantarse y defender lo que es suyo.

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