Rafael Nuñez
SANTO DOMINGO.- El alud de noticas falsas ha sepultado nuestra tranquilidad en los últimos tres lustros. No es un fenómeno nuevo, es tan remoto como la humanidad, pero a pesar de su antigu¨edad nunca antes las sociedades se habían sentido tan expuestas y vulnerables con las Fake News.
Y si el hecho de que las falsedades en el ecosistema digital no son de estos tiempos, ¿qué elementos las ha convertido en un problema complicado, perturbador y de difícil manejo para las personas, las familias, los gobiernos-sin importar si son autoritarios o democráticos- y para las instituciones privadas?
Antes de entrar en el análisis de los nuevos elementos referidos en el párrafo anterior, hay que señalar un ingrediente puntual para entender aquello que día por día se nos precipita junto a un aluvión de información del que hasta el más experto se le dificulta emerger ileso de caer en la trampa de las falsedades.
El rumor es el punto de partida histórico de esta nueva manifestación, que en estos tiempos encontró un instrumento de amplificación en el Internet, una innovación del Departamento de Defensa de los Estados Unidos con fines exclusivamente militares, pero que dio un giro al mundo desde que pasó al ámbito privado convirtiéndose en la tecnología que transformó la vida de los seres humanos en todo los ámbitos.
Los rumores se pueden categorizar en ciertos o falsos. Las falsedades tienen un punto de partida, que para ser creíbles al público deben tener elementos en la historia con características de verosimilitud. Esto es, de la combinación de medio verdades con mentiras nace el fenómeno de la rumorología.
Las verdades parten de la realidad misma y, aunque se nutre de hechos, testimonios y circunstancias incontrastables, en las últimas décadas los rumores falsos son tantos y tan frecuentes que no pocas veces dificultan nuestra capacidad para pensar con sensatez y separar la paja del trigo.
Esta situación hace que las personas en ocasiones no sepan qué hacer ante una crisis, sin importar su dimensión. En ese instante entran en juego la convicciones previas, las emociones, los prejuicios, las relaciones sociales y qué tanto dependemos de las opiniones de grupos. Todos estos factores se conjugan para determinar qué tanto nos dejamos llevar de las falsedades en las redes.
¿Quién iba a imaginarse que algunas de sus guerras el mismísimo Napoleón Bonaparte las ganó en base a falsedades?, sin que mi juicio pretenda quitarle brillo a su extraordinaria carrera militar y política.
Cuando el ilustre general francés inició la campaña contra Egipto y Siria, el objetivo era llegar primero a la India para fastidiarle el plan a los británicos. Ese proyecto, aunque tuvo batallas gloriosas, en términos estratégicos fue un fracaso total. No obstante, Bonaparte ganó la guerra en la opinión pública porque se alió a la prensa y a una corriente de artistas franceses que estaban de moda (los llamados influencers de estos tiempos) para que difundieran que el poderío francés había aplastado al enemigo. No era esa la única guerra donde se empleó la falsedad, pues en la campaña contra Italia el ejército napoleónico también utilizó la confianza y prestigio bien ganados para construir otra noticia falsa.
No se tiene noticias cuándo en las confrontaciones bélicas la realidad es distorsionada, pero se acuñó una expresión en la opinión pública que reza que la primera víctima en la guerra es la verdad.
Las convicciones previas creadas acerca del gran ejército napoleónico y su capacidad de fuego, no solo entre los franceses y el resto del mundo sino alrededor de Napoleón y su ejército, fue buena base para convertir la mentira en verdad.
Hay otros factores que entran en juego: las emociones y los prejuicios, factores determinantes para que una persona, grupos humanos y hasta naciones se forjen una idea distorsionada en búsqueda de la verdad o se forjen creencias particulares respecto de un hecho.
Siempre habrá personas que creerán las noticias sin preguntar si es verdad, no importa que el mensajero carezca de la profesionalidad que se requiere en el manejo de información. Es bueno saber que cuando se recibe una noticia, en este maremágnum informativo, el profesional lo primero que haga es contrastarla, ir a la fuente principal o al origen de la noticia, confirmarla y luego difundirla dando al público los detalles precisos, avalados por los testigos de primera mano. Al llegar a este punto, hay que colocar aparte las emociones para sopesar la información que se está recibiendo, de tal forma que lo primero no influya en el procesamiento de la noticia de manera neutral, de manera que no permitamos que las emociones-del tipo que sea- inclinen el enfoque.
Otros dos elementos que pueden tener un peso específico en la actitud que podríamos tener al recibir una información y a partir de ella determinar su uso son las relaciones sociales y las opiniones de grupos, pertenezcamos o no a ellos.
Llegado a este punto quiero citar la discusión del Código Procesal Penal en República Dominicana y en este tema el de las tres causales, asunto sobre el cual hay distintas posiciones dependiendo de las creencias, las convicciones previas, los prejuicios, las relaciones sociales y las opiniones de grupos.
Se conoce que las iglesias, católicas y evangélicas, rechazan las tres causales, mientras los grupos de la sociedad civil, las entidades feministas y otros apoyan la inclusión en la legislación de las excepciones del aborto en la proyectada normativa. El profesional de la comunicación está obligado cuando toque el tema a colocar toda la información en contexto, a los fines de que el lector u oyente, si es radio o televisión, tenga todas las variables para hacerse un juicio lo más cercano a la verdad.
Noticias falsas: complicadas, perturbadoras y complejas
Las falsas informaciones provocan daños a las personas, a las familias, a las instituciones privadas y públicas. Generan un estado de desasosiego de tal magnitud que pueden dañar la democracia.
La aparición del internet generó una horizontalización de la información, de tal manera que los canales de comunicación se colocaron en las manos del público, contrario a la era analógica que los medios de comunicación solo estaban al servicio de profesionales, periodistas o locutores, quienes por su formación conocían del alcance de las normas que regulan la calumnia y la difamación por solo citar estas dos.
De ser vertical, la información pasó a ser horizontal, se democratizó, pero al propio tiempo esa participación masiva trajo sus riesgos. Como
Fuente: www.listindiario.com